<<Una reflexión sobre cómo la soberanía de Dios se ve reducida o ignorada cuando los milagros son promocionados como actos programados por humanos.>>
Johann Tetzel fue un predicador y vendedor de indulgencias durante el siglo XVI, principalmente conocido por su actividad en la región de Alemania. Fue comisionado por el Papa León X para recaudar fondos para la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma. Tetzel empleó técnicas de persuasión y marketing, como la famosa frase "Tan pronto caiga la moneda en la caja, el alma del purgatorio se librará".
Las indulgencias eran una práctica controvertida dentro de la Iglesia Católica en esa época. Se trataba de la remisión parcial o total de la pena temporal por los pecados cometidos, según la enseñanza católica. Sin embargo, su venta a menudo se percibía como una forma de lucro y abuso, especialmente cuando se usaban tácticas de manipulación emocional para persuadir a las personas a comprarlas.
La venta de indulgencias, incluida la actividad de Tetzel, desempeñó un papel significativo en el contexto que condujo a la Reforma Protestante, ya que fue uno de los temas que Martín Lutero criticó en sus famosas 95 tesis, que fueron publicadas en 1517. Lutero y otros reformadores consideraban que la venta de indulgencias era un abuso grave y una distorsión de la verdadera enseñanza cristiana sobre el perdón y la salvación.
(Jose Luis Torres, Legatarios)
En pleno siglo XXI, observamos prácticas similares a las indulgencias del siglo XVI, particularmente en ciertos movimientos neo-pentecostales. Líderes y ministros invitan a las personas a "pactar" económicamente por milagros o la salvación de familiares, aprovechando las necesidades y vulnerabilidades de sus seguidores.
Esta manipulación económica descansa en la desesperación y la ignorancia de muchos. No solo se promueven pactos financieros para obtener milagros, sino que se organizan festivales, cultos y noches de milagros, como si la intervención divina pudiera programarse. Sin embargo, la soberanía de Dios no está en manos humanas.
La Soberanía de Dios y los Milagros
La soberanía de Dios implica que Él tiene la autoridad suprema y controla todo lo creado. El término "soberanía" proviene del latín ‘superanus’ que significa "superior" o "por encima", indicando que Dios es el poder más alto y no está subordinado a nadie. Teológicamente, esto sugiere que Dios dirige todos los eventos según su voluntad y propósito.
El sacerdote católico Manuel Carreira define los milagros como <<credenciales divinas que confirman que Dios está actuando>>. Son hechos extraordinarios que revelan la actividad de Dios para fortalecer la fe y confiar en su bondad. Por ende, no podemos programar milagros en un horario o lugar específicos.
Abuso de los Milagros en el Ministerio
Es cierto que algunos ministerios actúan desde la autenticidad. Sin embargo, otros se jactan de ser "milagreros", garantizando que aquellos que asistan a sus eventos recibirán un milagro. Aunque Dios da dones del Espíritu Santo y creemos en los milagros, debemos recordar que no somos nosotros quienes sanamos, sino Dios, actuando a través de su Espíritu Santo y su poder soberano.
No todos los que buscan un milagro lo reciben, el problema surge cuando se promocionan milagros indiscriminadamente, lo que puede llevar a una crisis de fe en aquellos que no reciben lo que esperaban. Dios, aunque sana, también acompaña en el sufrimiento, y debemos ser cuidadosos con las implicaciones éticas y espirituales de esta práctica. Si bien es cierto que existe un efecto psicológico y espiritual en los creyentes cuando los milagros se presentan como algo garantizado, ignorando las consecuencias que esto tiene en la fe de las personas.
El Propósito de los Milagros en el Ministerio de Jesús
Los Evangelios nos muestran que los milagros de Jesús tenían varios propósitos profundos:
Demostrar el poder de Dios
Los milagros manifestaban el poder divino sobre la naturaleza, las enfermedades y la muerte. Jesús, al sanar y expulsar demonios, mostraba que el Reino de Dios había llegado a la Tierra (Lucas 11:20; Mateo 9:6).
Confirmar su identidad como el Mesías
A través de sus milagros, Jesús demostraba su autoridad divina y confirmaba que era el Mesías prometido en las Escrituras (Juan 10:37-38; Mateo 11:2-5).
Mostrar compasión y amor
Muchos de los milagros de Jesús, como la sanación de enfermos o la alimentación de multitudes, eran actos de compasión que mostraban el amor de Dios por los más necesitados (Mateo 14:14; Marcos 1:40-41).
Invitar a la fe
Los milagros eran una invitación a la fe. Jesús destacaba que la fe era esencial para recibir milagros, fortaleciendo así la confianza de sus seguidores (Marcos 5:34; Juan 11:40).
Anticipar la restauración final del mundo
Los milagros prefiguraban la restauración completa que ocurrirá con la redención final, donde no habrá más sufrimiento ni muerte (Apocalipsis 21:4; Lucas 7:22).
Los milagros no son simplemente demostraciones de poder; son actos de compasión, pruebas de la identidad divina de Jesús y una invitación a tener fe en Dios. Manipular la expectativa de milagros o comercializarlos es una distorsión de su verdadero propósito. Como creyentes, debemos ser responsables al hablar sobre ellos, respetando la soberanía de Dios y recordando que el mayor milagro es la salvación del alma.
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