No es extraño ver un estadio lleno de evangélicos adorando a Dios. Desde 1980 se hicieron cada vez más frecuentes en Latinoamérica y el Caribe. Lo que hoy están viviendo en el continente africano ya lo habíamos experimentado con ministros como Billy Graham, Yiye Ávila, Luis Palau y Carlos Annacondia entre tantos otros. Nuevas voces juveniles se popularizaban a principios del nuevo siglo, y como de costumbre, no se hicieron esperar eventos multitudinarios y la fundación de nuevas mega iglesias. Pero algo nos sucedió a finales de la primera década de este siglo, los eventos multitudinarios y las mega Iglesias perdieron su atractivo para un sector juvenil.
Muchos jóvenes abandonaron las filas de los conciertos para alistarse en conferencias de formación bíblica. La matrícula de los seminarios tuvo un alza de jóvenes que se ahogaban en un mar de preguntas y buscaban respuestas que no insultaran su inteligencia. ¿Qué estaba sucediendo? Con el auge de las redes sociales muchos jóvenes tuvieron un primer contacto con la teología reformada y sus ministros. Las voces de John Piper, Paul Washer, Miguel Núñez y Sugel Michelén entre tantos otros, llegaron a los oídos de una juventud sedienta del evangelio. Cansados de que en sus iglesias locales solo escuchaban mensajes triunfalistas ausentes de Cristo, al escuchar los sermones centrados en el evangelio en labios de ministros reformados, fue inevitable que muchos abrazaran la teología reformada. Fue todo un movimiento que Collin Hansen llamó: “Jóvenes, inquietos y reformados”.
Este no es un escrito en contra de la teología reformada. Aunque mi postura soteriológica sea distinta a la de Calvino, somos hermanos que abrazamos los mismos principios de ortodoxia cristiana; remamos en el mismo océano, a la misma dirección con distintos remos. Lejos de eso, sería un reconocimiento por su enfoque en el evangelio y una crítica a los sectores evangélicos que lo han perdido. Los “jóvenes, inquietos y reformados” han dejado en evidencia que nuestra juventud necesita algo más que música contemporánea que sugestione sus emociones, necesitan el evangelio.
¿Qué es el evangelio?
Literalmente evangelio significa “buenas nuevas”. Por sentido común entendemos que son buenas porque hay una mala, la cual es descripción de nuestra depravación y condena. Estábamos muertos en delitos y pecados. La Ley que señala el pecado nos hizo conscientes de nuestra necesidad de redención y de un redentor: Cristo. La buena noticia es que Cristo nos redime por gracia, tomando nuestro lugar para reconciliarnos con Dios. En palabras de Timothy Keller, cofundador y vicepresidente de The Gospel Coalition (Coalición por el Evangelio en español): “El evangelio no es primeramente una forma de vida. No es algo que hacemos, sino algo que se hizo por nosotros y a lo que debemos responder.”
1 Corintios 15:3-6 nos presenta los principales elementos del evangelio:
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.
En síntesis podríamos decir que el evangelio es: muerte, sepultura y resurrección de Cristo, y sus implicaciones en la vida del que le recibe. Y sí, es muy sencillo, sobre todo en una época de deshonestidad intelectual en el que intencionalmente se hace complejo lo que por defecto es sencillo. Cada vez la Iglesia es más como los atenienses (Hechos 17:21), sedienta de algo nuevo y complejo. Nos cansamos de la sencillez del evangelio ignorando que es poder de Dios para salvación (Romanos 1:16). Los líderes evangélicos buscan con desesperación las estrategias y los mecanismos que les lleven a conseguir los resultados de aquellos dos primeros sermones de Pedro, los cuales se lograron con la prédica del evangelio. (Hechos 2:14-36; 3:11-26).
La Biblia nos presenta una cosmovisión abarcando temáticas sin fin, pero siempre con un eje central que apunta a Cristo. Todas las Escrituras del canon gravitan al rededor de su persona. La descentralización de Cristo siempre será una puerta abierta que da paso a las herejías. La Iglesia posmoderna enfrenta el desafío de contrarrestar con la prédica del evangelio las viejas herejías que reaparecen con nuevos nombres. Claramente el Cristianismo Progresista es la nueva cara de la Teología Liberal del siglo diecinueve. El cristianismo progresista se libera de algunas de nuestras doctrinas esenciales como la autoridad, infalibilidad e inerrancia de la Biblia. Están profundamente ligados a las obras sociales, pero desligados de Cristo, con eslogan que son pegadizos y atractivos pero desconectados de la esencia cristiana.
Al respecto escribí en Legatarios:
La Iglesia se ha visto involucrada en asuntos sociales de gran trascendencia. Desde la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos a mediados del siglo diecinueve, hasta la lucha por la igualdad de derechos en el siglo veinte con el Dr. King. Son innumerables las instituciones religiosas que hacen obra de caridad en los lugares más remotos y necesitados del planeta. Como Iglesia lo hicimos, la hacemos y tenga la seguridad de que lo seguiremos haciendo. Son obras que no nos salvan, son la evidencia de que fuimos salvados. No obstante, nuestra mayor responsabilidad es ser voceros del mensaje que cubre la necesidad que ninguna ONG puede satisfacer. El mensaje es Cristo.
El cristianismo progresista es inclusivo mientras excluye a Cristo. Justificar la ausencia del Cristo bíblico en esos sermones es tarea difícil. Y aunque la Biblia abarque más temáticas que las que podamos imaginar, en esencia cada uno de los sesenta y seis libros, explicita o implícitamente, apuntan a Cristo. Es imposible que en los evangelios solo podamos ver al Jesús que hace y promueve la labor social y no al que confronta, cuando su mensaje era “arrepentíos que el reino de los cielos se ha acercado”.
Jesús alimentó multitudes de hambrientos. Validó a los niños y a las mujeres con acciones contraculturales, mucho antes que cualquier movimiento feminista. Sin lugar a dudas nos dio el ejemplo de eso para que lo emulemos, pero su enfoque fue el mensaje de salvación. La idea es sencilla, hacer una cosa sin dejar de hacer la otra, la cual debería primar.
Torres, Jose. Legatarios. Grace editorial, 2024.
Los “jóvenes, inquietos y reformados” nos recuerdan que ninguna modalidad es mayor a la eficiencia del evangelio de Cristo. Desliguémonos de las corrientes humanistas, los sermones triunfalistas y del antropocentrismo de este siglo. Sin importar la denominación, procuremos que el mensaje que se predique, se cante y se viva sea Cristo.
Hermano y colaborador en Cristo!! Siga Bendiciendo Tu Vida el Señor!!!! Estoy tan orgulloso de ti y de tu vida. Me parece muy puntual y necesario la realización de la tarea que estás llevando a cabo! Es muy edificante oirte, verte y leerte ministrar Cristo. No le bajes nunca!!! Aquí un admirador tuyo por lo que expresa Cristo a través de tí!!! Adelante. Att Robert Sanchez
Dios te bendiga amado. Aunque la verdad no sea del todo simpática, sigue siendo la verdad. Pero cuán necesaria es por un sencilla pero poderosa razón: es la única que NOS HACE LIBRES! Jesucristo ES LA VERDAD! Gracias por tan edificanteescrito. Un abrazo 🤗
Amén. Gracias por compartir tan importante mensaje.
Amén hermano,Dios te bendiga grandemente y gracias por la información tan valiosa que nos brindas. Un fuerte abrazo.! 🙏🙌🏽❤️
Me encantó y es totalmente cierto estamos perdiendo la esencia de lo q es y lo que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo de el verdadero Evangelio