En la época de Jesús, la relación entre judíos y samaritanos era tensa y marcada por una profunda animosidad. Este conflicto tenía raíces históricas, religiosas y culturales que habían evolucionado a lo largo de siglos. Exploremos el trasfondo histórico y las diferencias doctrinales que separaban a ambas comunidades, y respondamos a la pregunta: ¿por qué judíos y samaritanos no se llevaban entre sí?
La animosidad entre judíos y samaritanos se remonta al periodo de la monarquía dividida en Israel. Después de la muerte del rey Salomón, el reino de Israel se dividió en dos: el reino del norte, conocido como Israel, y el reino del sur, conocido como Judá. Samaria, la capital del reino del norte, se convirtió en un centro de poder rival frente a Jerusalén en el sur. Al rededor del 721 a.C., los asirios conquistaron el reino del norte y deportaron a gran parte de su población (1 Cr. 5:26; 2 R. 17:6; 18:10-12). Los asirios también repoblaron la región con personas de otras naciones, lo que llevó a una mezcla de población y un sincretismo religioso. Los judíos del sur consideraban que los samaritanos se habían contaminado religiosamente debido a estas mezclas, y no aceptaban sus prácticas ni su lugar de adoración.
Los samaritanos solo aceptaban el Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia) como su texto sagrado, mientras que los judíos también consideraban sagrados otros libros, como los Profetas. Esta diferencia en la canonización de textos sagrados generaba desconfianza y desprecio mutuo. Además, los samaritanos tenían su propio templo en el Monte Gerizim, mientras que los judíos centraban su adoración en el Templo de Jerusalén. El Monte Gerizim era considerado por los samaritanos como el lugar elegido por Dios para su adoración, en oposición al Monte Sión de Jerusalén. Esta rivalidad en cuanto a los lugares de culto fue otra significativa fricción.
A lo largo de los años, hubo varios incidentes de profanación y violencia que exacerbaron el odio entre ambas comunidades. Según Josefo, los samaritanos reconstruyeron el templo en 332 a.C. en el Monte Gerizim, pero fue destruido por Juan Hircano y los judíos en el año 129 a.C. Las tensiones continuarían y los samaritanos a menudo interferían en las festividades judías y viceversa.
En el Nuevo Testamento, se pueden ver ejemplos claros de esta hostilidad. En el Evangelio de Juan, Jesús se encuentra con una mujer samaritana en un pozo y le pide agua. La sorpresa de la mujer por la solicitud de Jesús refleja la tensión entre ambas comunidades: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?" (Juan 4:9). Este pasaje subraya la separación y la rareza de la interacción entre judíos y samaritanos.
En la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37), Jesús desafía a sus oyentes judíos a reconsiderar sus prejuicios, mostrando que el prójimo puede ser alguien a quien tradicionalmente se ha despreciado. Esta parábola subraya tanto la animosidad existente como la insistente enseñanza de Jesús sobre el amor y la compasión. A través de sus enseñanzas y acciones, Jesús mostró la importancia de superar estos prejuicios, desafiando las barreras que dividían a judíos y samaritanos.
Excelente explicación