El matrimonio es una aventura que, en sus inicios, suele estar lleno de pasión, amor y compromiso. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos matrimonios experimentan un fenómeno conocido como "desafecto". Este término describe una pérdida gradual de cariño, conexión y afecto, lo que redunda en una relación distante y fría. Pero el desafecto no ocurre de la noche a la mañana; es el resultado de una acumulación de problemas no resueltos, cambios de vida no asimilados correctamente y la falta de esfuerzo por mantener viva la llama del amor, entre tantos otros causantes.
Rutina y Monotonía
Con el tiempo, la pasión y el entusiasmo del matrimonio pueden desvanecerse, dando paso a la rutina y la monotonía. Las responsabilidades diarias, como el trabajo, el cuidado de los hijos, las tareas del hogar y la Iglesia o el ministerio, pueden ocupar tanto espacio que la pareja deja de invertir tiempo y esfuerzo en su relación. Cuando las actividades conjuntas se vuelven previsibles y repetitivas, el vínculo emocional puede debilitarse, generando una sensación de estancamiento. La monotonía es la receta perfecta para apagar la pasión en cualquier relación interpersonal, pero más aun en el matrimonio.
Falta de Comunicación
La comunicación es el pilar fundamental de cualquier relación. Hablar de ello es interpretado como un “cliché” pero lo es por su significancia. Cuando los cónyuges dejan de hablar de sus sentimientos, preocupaciones y sueños, se produce una desconexión emocional. A medida que pasan los años, muchas parejas caen en la trampa de la "comunicación funcional", limitándose a discutir asuntos prácticos y logísticos, dejando de lado las conversaciones profundas y significativas que son esenciales para mantener la conexión emocional. Y la falta de una comunicación eficiente puede abrir puertas a terceras personas cuando uno de los cónyuges con necesidad de ser escuchado no encuentra oído presto en su cónyuge.
Resentimiento Acumulado
Los conflictos no resueltos y los malentendidos acumulados con el tiempo pueden dar lugar a resentimientos profundos. Cuando una o ambas partes sienten que sus necesidades no son atendidas o que sus preocupaciones no son valoradas, el amor y la empatía pueden transformarse en resentimiento. Este resentimiento, si no se aborda, erosiona lentamente la base del matrimonio, haciendo que el desafecto crezca. No es correcto evitar las conversaciones difíciles, porque con el tiempo en el silencio se desarrollan inseguridades, sospechas y resentimientos. Partamos de la idea de que un gran problema fue alguna vez un pequeño problema que no se atendió a tiempo. (Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, Efesios 4:6 NTV)
Falta de Intimidad
La intimidad, tanto física como emocional, es esencial para un matrimonio saludable. Sin embargo, con el tiempo, factores como el estrés, la falta de tiempo, y problemas de salud o autoestima, pueden reducir la frecuencia y calidad de los momentos íntimos. La pérdida de esta cercanía puede llevar a que los cónyuges se sientan desconectados y solos, alimentando el desafecto. El sexo en el matrimonio no solo satisface necesidades físicas, sino que también nutre la relación afectiva, creando un espacio de complicidad y comunicación que contribuye a la solidez y felicidad del matrimonio.
Cambio en las Prioridades
A medida que las personas evolucionan, sus prioridades también cambian a la vez que se van creando nuevas necesidades. Mi esposa Eleonor y yo como esposos tenemos unas necesidades distintas a las que teníamos como amigos o novios. A su vez al convertirnos en padres, con la llegada de Alana y Amaia se crearon en nosotros nuevas necesidades que alteran el orden de prioridades. Y es ahí cuando debemos estar a alerta, porque ser padres olvidándonos de ser esposos crea insatisfacción y alimenta el desafecto en el matrimonio. Lo que era importante al principio del matrimonio puede dejar de serlo, y si los cónyuges no crecen juntos o no se adaptan a estos cambios, pueden encontrar que ya no comparten los mismos intereses o valores. Este cambio en las prioridades puede crear una distancia emocional entre cónyuges.
Pero en el cambio de prioridades nada será tan fatal para el matrimonio como el quitar a Dios como centro de la relación. Al centrar la relación en Dios, los cónyuges encuentran en Él una guía constante, que les permite perdonarse, apoyarse mutuamente y mantener la unidad en medio de los desafíos. La fe y la oración compartida fortalecen el vínculo conyugal, ayudándoles a superar pruebas y a crecer juntos, construyendo un matrimonio sólido y duradero.
Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente! Eclesiastés 4:12 NVI
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