En la comodidad de mi oficina laboral, me disponía a realizar lectura del artículo enviado por nuestra profesora de mi primera unidad del Clínico Pastoral, y su contenido me llevó a elaborar una sinopsis. Cabe mencionar, que quedé impactado con lo que mi mente procesaba en cada línea del escrito. No es para menos, ya que el artículo captó mi atención al abordar el tema que más me interesa: la muerte y el proceso de duelo.
En primer lugar, el texto nos explica qué es la tecnología, especialmente lo que puede estar de moda, como el ChatGPT y la IA (Inteligencia Artificial). El autor señala que la preocupación radica en que, al ser la IA una caja negra, no sepamos por qué dice lo que dice y hace lo que hace. La IA actúa según el comportamiento humano y, según el artículo, no es autónoma ni puede sustituir nuestro juicio moral, y mucho menos mejorarlo.
La IA responde y se nutre de algoritmos y datos, requiriendo cálculos para su funcionamiento que entrenan lo que se conoce como redes neuronales, lo cual implica una inversión económica considerable.
Existe un gran problema que tiene que ver con la posibilidad de que la IA pueda sustituir al ser humano. Uno de los datos que proporciona el escrito es que a mediados de los años 90 se introdujo el cambio digital, se esperaba que trajera grandes cambios, y la realidad es que no fue así, mucho menos aumentó la productividad.
Podemos decir que la tecnología digital no nos hace más eficientes y tampoco elimina los espacios laborales; solo los transforma, expresa el autor.
En una ocasión una empresa recrea la voz de una persona fallecida para que una mujer doliente tenga una conversación vía chat con el difunto. Más adelante, esto evoluciona a ser una conversación telefónica. Imagínese tal evento donde el duelo de una persona queda de manera ambigua. Sentir que la persona fallecida está de vuelta reprime su pérdida y la sumerge en un duelo crónico sin resolver.
Se entiende que estamos a poco tiempo de pagar por hablar con nuestros muertos por teléfono, algo que la tecnología tiene que recuperar su inversión. Cito parte del escrito: “La tecnología nos permite huir y no tener que enfrentarnos a aquello que nos da miedo, nos amenaza o supone un reto vital”. Esto simplemente nos lleva a tener una mala comprensión de la antropología humana. Nos están llevando a que cada día seamos menos humanos.
A pesar de lo alarmante que pueda sonar esta situación, hay una solución para ella. No es que no reconozcamos los beneficios y la buena utilización de la tecnología; sin embargo, cultivar la capacidad de discernir en cuanto a saber lo que hacemos y por qué lo hacemos, como decía San Ignacio: “A dónde voy y a qué”, es muy importante ante esta eventualidad. Solo el hecho de nuestra intención y que nuestras palabras y hechos deben estar amarrados de orientación puede hacernos diferentes a las máquinas hoy día.
Xavier Casanovas Combalía, Profesor de la Cátedra de Ética de IQS
Una sinopsis por: Charlie Caraballo, Capellán Hospicio & Home Care San Lucas.
Eso nos dice erguios vuestros rostros porque nuestra redención está cerca. Aleluya.